¿Quién puede tener interés en conocernos sino nosotros mismos? Pero, ¿no es una pena morir sin que nos hayamos mostrado tal cual somos? Hay personas que exhalan de nosotros nuestro ser y sin embargo, pasan desapercibidas en nuestra vida, pero no en nuestro interior. Tengo siempre la sensación de que no puedo desaparecer sin que la persona más cercana conozca de mí lo más turbio. La verdad no es relatable.
¿Tiene
algún sentido todo lo que vivimos? ¿Nos hace o hacemos?
¿Por
qué no mostramos quiénes somos?
Tenía
un diario hace unos años en el que contaba vivencias comunes, relatables, que
me rememoran sentimientos expresados, pero que no me dicen quién soy. ¿Por qué
este ansia de que me conozcan? Desaparezco en cada una de mis historias, vuelvo
intermitentemente y nunca me quedo. No consigo permanecer…En espacios de tiempo
he sido, me han sido. Alguien que solía conocer, ¿qué queda de mí? Me gusta ser
quien soy y sin embargo, no soy. Esos intervalos de mí, me provocan
inestabilidad, ansiedad, deseos continuos de resurgir. Ese fondo a veces es más fuerte y quiere
traspasar mi piel, rasgar todo lo material que encuentre y liberarse. La moral
es un muro. Sueño con un verde lleno de espesura que se abre hacia un azul
intenso. Todo a mi alrededor es belleza, pero solo se hace presente e intensa
cuando no miro, solo escucho. Y sin embargo, toda la belleza que ha acompañado
esos intermitentes ha sido destruida. Nada es bello ya, el último resquicio de
lo que pudo haber sido, es, y por tanto ha sido destruido. Todo lo que me rodea
no es bello ya, dejó de ser. Algo que solía ser…
La
primera historia se sume en el erotismo, en la sexualidad, en el ser
descubierto y cubrir. La moral pudo ser un impedimento, pero no lo consiguió,
fue mi primer despertar de un largo letargo. Las esencias de Estambul, los
olores, las indiferencias, lo mundano dieron camino a este despertar. Un baño
lleno de aromas calientes y de agua perfumada; unas manos que fueron timbrando
los poros de esa inmortalidad…desperté.
Era imparable, soñé cada uno de aquellos sueños, que viví, sentí,
olí. La excitación se apoderó de mí…Cada
uno de los momentos intensos vividos son el peso de los remordimiento hoy
pesantes. Levité y seguí ascendiendo hasta conseguir despegarme de ti.
Caí…levemente.
Entonces
te conocí…desperté mi ser, olvidado, adormecido. Me conocí, te conocí. Miré,
escuché, sentí. Crecí, ascendí, comprendí, maduré, te añoré, te odié, te
admiré…me diste la verdad. Pausiblemente nos dejamos,
pero no volví a dormir profundamente. Creaste en mí a la fiera, la que tiene
hambre. Me tocaste con tu ser. Torsión, violencia, sabiduría, verdad, calma,
ternura, seguridad, respiro desde entonces.
Miro y veo, oigo y escucho. Echo de menos a aquella fiera, que violaba
mi ser y me lo devolvía al amanecer. Te echo de menos, y yo solo soy un ser
insignificante en tu memoria. Tú has sido mi melodía más intensa.
Mi
segunda equivocación…haber vuelto contigo.
Volví a
despertar ante tu desprecio. Un instante…callé, me mordí la rabia y te dejé
marchar. Silencio…
Apareció
la depredadora autodestructiva. Un eco del pasado envuelto de metal, de
alcohol, de fantasía. Desvaneció rápidamente. Aparecieron unos ojos grandes,
llenos de amor, de bondad. Conservamos esa mirada. Vivimos, disfrutamos.
Después vino el desgaste. La decadencia y la moral apareció. Repiqueteaba
sonidos del pasado, cada vez más intensos, cargados de ponzoña, me consumí. Me
recogiste y me dejé recoger.
Anduve
tranquila, mecí mi alma y silencié la fiera… En la sombra caminabas a mi lado
como aquel en el que confías, en el que crees.
Me has despojado de la verdad, me has quitado
la venda, no me has dado nada, no has dejado ningún dolor intenso y sin embargo,
te has llevado todo lo bello en lo que creía y que me rodeaba escasamente. No
has tenido el valor de dejar una lanza clavada ¿Qué hago yo ahora con esta
nueva fiera despierta? Hay demasiados muros a mi alrededor. Esta vez estoy
encarcelada. No encuentro la salida.
Te vuelves a hacer presente, me hablas y me
confundes, no te entiendo. Pareces necesitarme y sin embargo, no me lo creo.
¿Juegas conmigo? ¿Serás capaz? Y si no es así, ¿qué haces que no te rebelas?
Hace tiempo que dejaron de gustarme las preguntas sin respuesta. Me aparentas
ser el más cruel. No dejes que termine yo la frase. ¿Qué me pides? No me creo
que no me pidas nada. No te creo, no te creo. No creo en ti ya. Me invade la
decepción.
Me gusta que dejes salir a esa fiera, al menos en lo que a tinta se refiere. Es un acto de valor saltar el límite de la moral y la frontera de sinceridad.
ResponderEliminarEstá tan claro que cuesta creérselo, pensar en la capacidad para alcanzar la desnudez espectral.
Gracias por dedicarme tiempo...Saint Exupéry expresaba que dedicar tiempo a alguien es valorar a esa persona. Gracias por valorarme, por no ser indiferente conmigo...ni ser aburrido. No deja de darme miedo la desnudez espectral, aunque se asome...
ResponderEliminar